Hagi, donde comenzó la Revolución Japonesa

National Geographic, Junio 1984

“Mi nombre es Tora,” escribió. “Tora significa tigre, y la virtud del tigre es el coraje”. Yoshida Shoin, nació en el dominio de Choshu de una familia samurai. Es el año 1854 y se encuentra en una celda, encarcelado por el shogun, sentado en el suelo, comenzando su clase ante un grupo de siete u ocho otros prisioneros. Yoshida, un profesor, está encarcelado por intentar dejar Japón, un crimen que en esos tiempos era castigado con la muerte, bajo decretos de los shogunes. Estos intentaban mantener a Japón herméticamente sellado y esto se logró por más de dos siglos.

Se atrevió a pedirle al Comodoro Matthew C. Perry que lo llevara a América; Perry no aceptó. Yoshida sigue el código de honor y se entrega a las autoridades, en parte como protesta. Una acción osada de un hombre osado.

Yoshida piensa que la prohibición de viajar al extranjero es miope: “Es como una persona en una pieza oscura aguantando su respiración.”

La llegada de Perry ha hecho una invasión extranjera parecer inminente; los japoneses tienen el espíritu pero no la tecnología para resistirse. A menos que Yoshida y otros estudiosos japoneses viajen y estudien el Occidente, piensan ellos, Japón nunca podrá ponerse al día.

Si Yoshida hubiese persuadido al comodoro ‘bárbaro’ en llevarlo a América o si lo hubiesen ejecutado inmediatamente, la historia hubiese sido muy distinta. Pues las ideas revolucionarias de Yoshida trastornarían la prisión y eventualmente a toda Japón.

Japón feudal quedó en caos luego de la llegada de los barcos de guerra de Perry al puerto de Edo, ahora llamado Tokyo, pero aun así sorprendieron al mundo Occidental al emerger rápidamente uniéndose al círculo de las naciones modernas. El cambio fue tan rápido y tan increíble, que los historiadores aún discuten sobre qué pasó en realidad.

Aunque todo el país se vio involucrado, un dominio feudal, el han de Choshu, un pueblo, Hagi, y una escuela, el Shoka Sonjuku de Yoshida, estuvieron en el centro de la lucha.

Hoy, escondido en la costa suroeste de Honshu, la isla principal de Japón, Hagi aún está llena del espíritu del guerrero — bushido — y con la tradicionalidad japonesa, Yamatodamashii. La ciudad castillo de la familia Mori y el lugar de nacimiento de Yoshida está envuelta por el río Abu, al lado del mar.

En su celo para resguardarse de la dominación occidental, trataron de revivir, no la democracia, sino restaurar el poder del emperador que sus antecesores habían perdido. Usaron esta unidad para llevar a Japón estrepitosamente a la era moderna. Un nuevo emperador joven nombró su era, el reinado de Meiji, y lo que estos patriotas hicieron se ha llamado la Restauración de Meiji.

De acuerdo a las antiguas crónicas las islas del Japón fueron creadas por los Dioses en forma separada del resto del mundo, con el emperador mismo un descendiente divino de la diosa del sol.

Los gobiernos tempranos en Nara y luego en Kyoto utilizaron el sistema civil chino como modelo, con nobles y cortesanos bajo el emperador. En el siglo XII una clase guerrera provincial se alzó para retar a la corte, así surgió un sistema dualista. Yoritomo, el nuevo líder del país, se hizo nombrar shogun. El emperador se mantuvo como una autoridad espiritual altamente respetada, pero en la política quedó sólo como adorno.

El aislamiento de Japón de occidente tuvo pequeñas rupturas cortas con algunos religiosos españoles y portugeses, pero en 1639 casi todos los extranjeros se vieron prohibidos entrar y habitar en Japón.

Los japoneses consideraban su mundo completo por sí solo, refinado en las artes y costumbres. Veían a los Occidentales como vulgares y materialistas. Por primera vez en la historia moderna una tierra recién descubierta rechazó el “progreso” y a sus “descubridores” y lo hizo perdurar.

Cuando nació Yoshida, en 1830, el país había estado cerrado por doscientos años. Los Shogunes de la familia Tokugawa habían mantenido el balance entre los más de 250 dominios. Y habían generado una increíble cultura guerrera.

Sólo los Samurai podían portar armas. La vida se ordenaba de acuerdo a estrictos principios confusionistas sobre el deber y lealtad familiar. Reinaba la paz y todos, mercaderes, artesanos, campesinos, samurai, servían al shogun y al emperador. Japón se mantenía tranquila, envuelta en un capullo preservando así sus tradiciones únicas.

No era así en Occidente, en las grandes naciones, gracias a la revolución industrial, se generaba una gran fuerza y motivación para la expansión. Inglaterra, España, Portugal y la nueva EEUU, merodeaban los océanos en flotas poderosas, buscando comercio y colonias. Bretaña regía en India y obligaba el intercambio de opio en China, vecinos de Japón. Noticias sobre esto se filtraba hacia las islas japonesas.

En el momento que llegó Perry, en 1853, la prohibición sobre los textos extranjeros había sido eliminada, y habían pequeños grupos de estudiosos inmersos en rangaku, o estudios holandeses, la única colonia de extranjeros permitida en Japón. Áreas de gran interés incluían medicina, matemáticas y ciencias militares. Estaban cuidadosamente tratando de realizar una operación muy difícil: separar las ciencias superiores de la cultura barbárica y transplantarla a la cultura pura pero anticuada de Tokugawa.

“La ética Oriental y la ciencia Occidental” se transformó en el slogan de los estudiosos como Sakuma Shozan, quien tuvo mucha influencia sobre Yoshida Shoin, el que vio que la pureza de espíritu no era suficiente para derrotar los cánones Occidentales. Era una convicción creciente que si no se realizaban algunas modernizaciones cuidadosas, la vida tranquila del Imperio isleño aislado se vería en grave peligro. En el año de nacimiento de Yoshida, pocos sospechaban que en sólo 40 años, una época terminaría — que ellos serían los últimos samurai.

Yoshida nació en una familia samurai relativamente baja entre las muchas clases de la elite guerrera; tenían que trabajar la tierra para sobrevivir.

Los Mori estuvieron entre los jefes guerreros más poderosos en Japón, pero después de oponerse al ascenso de Tokugawa al poder, sus dominios fueron reducidos a un pequeño han, Choshu, donde construyeron el castillo Hagi en 1604.

Yoshida fue muy precoz, ya era un escolar confusiano a la edad de siete, profesor asistente en la famosa academia de Choshu a los nueve años. A los diez dio una charla sbre estrategia militar en el castillo de Hagi, ganándose la duradera admiración del daimyo Mori, o jefe.

Físicamente Yoshida era pequeño y no impresionante, pero parecía lleno de energía e intensidad. El hombre que se llamaba tigre casi no lo parecía; el mismo decía, “Si tengo el valor de un tigre, sólo puede ser a la forma de profesor.”

A los 18 Yoshida escribió un desenfadado kempaku, un memo crítico (el primero de muchos), que pedía reformas no sólo en la escuela sino en el país: “Hemos tenido un largo periodo de paz y … la gente… siguen vida lujosas y ya no siguen la verdadera vía.” Le daba crédito al Bushido, el estricto código del guerrero, en salvar a Japón del destino de China en manos de los extranjeros. “La nación”, predicaba, “debe ser devuelta a las maneras simples de la ética samurai.”

Aunque relacionado con las artes marciales, Bushido no era una técnica de combate sino más como una forma de vida, la vía del guerrero [Budo es la vía marcial, que también es una forma de vida; técnicas de combate son jujutsu]. Partes de ella incluyen instrucciones como levantarse temprano, limpieza, moderación en el vestir, cortesía en las actitudes. Exigía una estricta obediencia a sus superiores y al cuidado y protección de sus inferiores. Por lo tanto, uno servía al ser cortés y obedeciendo sus padres. Un samurai servía a su daimyo; él a su vez servía al shogun, quien servía al emperador.

Era el correcto comportamiento el que garantizaba la paz y tranquilidad, y todos, en todas las clases eran responsables de mantenerlo.

Yoshida vio grandes fallas en este reino ideal, unos pocos samurai y señores en el tope eran ricos pero la mayoría estaban empobrecidos. En ellos el estricto código del Bushido había cedido el paso a la indulgencia, a la vanidad personal, sin prestar atención a los sufrimientos del resto.

Mientras tanto las habilidades tradicionales de lucha estaban en decadencia; las espadas samurai se oxidaban.

Para un samurai su espada representaba la vida, su alma. Con ella defendía el honor de su reino y su daimyo. Si fallaba, defendía su propio honor tomando la responsabilidad y realizando seppuku, suicidio ritual. Pero desde la reforma Meiji (1868), las espadas son mera decoración, imprácticas para la defensa.

Para un samurai, no sólo el cuerpo debe estar siempre listo, entrenado en las artes marciales, sino la mente debe estar constantemente informada también. Los jóvenes guerreros completaban sus educaciones formales viajando por el país, conociendo a otros como sí mismos.

Una de las grandes influencias de Yoshida fue el estratega del siglo XVII Yamaga Soko, quien decía: “Nacimos para morir mañana, pero a través de libros podemos conocer los eventos que han sucedido en mil años.”

En Nagasaki se subió a una de las extrañas naves holandesas y conoció a los holandeses. A través de sus viajes posteriores vio cuan indefensas eran las costas. En Edo conoció y estudió con Sakuma Shozan y los estudiosos del Occidente. Sakuma les pedía que estudiaran en el exterior a pesar de las prohibiciones.

Luego de partir de viaje sin la autorización pertinente, por impaciencia, fue ordenado a volver y fue despojado, por el gobierno, de su título y de sus ingresos. Pero luego utilizó su influencia ante el daimyo Mori, consiguió revertir el castigo, perdón de su desobediencia y se le dio diez años para viajar y estudiar.

Está libre por fin, en una vía casi directa a Perry y luego cortamente a la cárcel del shogun. Durante esos años Yoshida escribió que Japón para mantenerse libre debía ser más fuerte y debía para ello reclutar hombres de talento y habilidad, sin consideraciones de clase. Una de las reformas que quizo establecer en las escuelas del han era sentar a los alumnos de acuerdo a sus logros y no como se acostumbraba, según el rango hereditario.

El poeta y estudioso Yoshida era un verdadero samurai; creía en la inseparabilidad del pincel de escritura y la espada. En una carta a un amigo escribió, “Hoy el país se ve amenazado por miles de peligros y … no podemos esperar mucho de nuestras escrituras”.